En cuanto a los asuntos, el joven pintor gallego se ha dado de baja en la tribu posmodernista de los iconográficos fervorosos, desmadrados para ingresar en el flamante club de los iconoclastas.

RECIÉN PINTADO

José Marín-Medina
El Independiente, 5 de noviembre de 1990.

Xosé Artiaga (Mondoñedo, 1955) es uno de los artistas del cambio. Hace un par de años, en su anterior exposición madrileña, nos ofrecía el balance de su quehacer primero, neoexpresionista, y nos avisaba tímidamente de sus dudas sobre si renunciar a la materia abundante, al colorismo encendido y a la figuración libertaria. Lo que entonces fue anuncio se ha convertido ahora en fe empeñada en el rumbo racional, ordenado, frío, muy controlado— de la pintura del término de siglo.

En su serie «Presencias», Artiaga realiza una pintura plana, en que la materia se aplica de forma lisa, a la manera industrial. Del cromatismo variado y vibrante se ha pasado a casi la impávida monocromía del azul celeste, acotado por zonas de gris oscuro, dispuestas como dos franjas verticales a ambos lados del cuadro. En cuanto a los asuntos, el joven pintor gallego se ha dado de baja en la tribu posmodernista de los iconográficos fervorosos, desmadrados para ingresar en el flamante club de los iconoclastas. Por eso, sobre la planicie inmaculada de sus nuevas obras, tan sólo da cabida a la presencia, un tanto despojada y enigmática, de formas de fuste, que unas veces adoptan la figura romántica de las torres arquetípicas de la arqueología industrial, y que otras veces semejan varas sobrepoderosas en su aislamiento, ajenas al plano azul del soporte.

Artiaga se reveló dentro del llamado «sentido atlántico» del arte joven gallego de la década de los ochenta, que se distinguía por su mezcla de primitivismo y de modernidad, por sus exuberancias y vocación expresiva, casi patética. Lo que ahora realiza es nuevamente fresco, reciente, en la dirección apolínea, de estilo riguroso, que distingue al arte de la década del fin de siglo, según todos los síntomas. De la facilidad, al rigor. A la busca de una racionalidad nueva, cuyos logros primeros tenemos a la vista.

 

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